domingo, 16 de septiembre de 2012




                                     ¡ Comienza el curso !

                    Regreso de las vacaciones de un médico de familia andaluz



Acabo de terminar mis vacaciones y comienzo a trabajar de nuevo.

Nunca en mi vida me he sentido tan desmotivado y con tanta angustia por este hecho. 

Otros años también me daba pereza volver pero siempre pensaba que una vez sentado en la consulta todo pasa y rápidamente me adapto a la situación; el primer problema planteado por el primer paciente me devuelve a la cotidianidad. Veo a mis compañeros, comentamos el verano y comenzamos la nueva etapa con la misma intensidad de siempre. Nuestro ambiente de trabajo siempre ha sido muy bueno, tenemos muy bien ordenado nuestro centro, la formación y la investigación nos ilusiona tanto como la asistencia, somos muy bien valorados por nuestro residentes y hemos demostrado año tras año que cumplimos sobradamente los objetivos que se nos plantean.

Pero este año la situación ha cambiado. He estado recibiendo correos de muchos compañeros en los que se muestra la indignación que sienten todos ante las actuaciones de nuestra empresa, el Servicio Andaluz de Salud (SAS), con respecto a sus trabajadores y no paro de pensar como ha debido ser de mala la gestión en los últimos años para hacer las cosas que se están haciendo achacándolas a los recortes del Gobierno central y de la Junta de Andalucía.

Es cierto que los brutales ajustes presupuestarios impuestos por el Gobierno de España y las decisiones que este ha tomado sobre denegación de la asistencia a inmigrantes y jóvenes parados, los copagos  impuestos a pensionistas y la retirada de la financiación de muchos medicamentos de uso diario en Atención Primaria inciden negativamente en el desarrollo de las competencias y las políticas de la Junta de Andalucía en la atención a la salud, pero cuando los recortes comenzaron a producirse, escuchamos las palabras del Sr. Presidente de la Junta defendiendo la disminución de nuestros salarios para preservar el empleo público y la calidad de la asistencia. Ante este hecho nos resignamos y ante este argumento poco podíamos hacer porque entendíamos que el Gobierno Andaluz estaba obligado a realizar recortes aunque no fueran estos los que mas nos gustasen.

Pero la realidad actual está demostrando que aquellas palabras no fueron dichas para ser cumplidas por  la Consejería de Salud y Bienestar Social (otra interpretación indicaría que fueron una gran mentira). El Servicio Andaluz de Salud ha utilizado los recortes presupuestarios, que debían haberse enjugado sólo con la bajada de nuestros sueldos según el decreto de la Junta de Andalucía, para hacer "sus propios recortes" y para ello sus dirigentes, con el visto bueno de la Sra. Consejera, no han dudado en tirar por la borda lo que consideraban valores del sistema. Se trata de ocultar bajo el manto de la crisis económica los resultados de su mala gestión.

La gestión clínica, el instrumento fundamental que debería guiar el funcionamiento de los centros y facilitar la autonomía de los profesionales ha saltado por los aires porque los propios dirigentes del SAS han derribado uno de sus pilares incumpliendo los acuerdos con las unidades (esto no estaba contemplado en el Decreto de la Junta de Andalucía). La indignación de los profesionales por lo que consideran un engaño y una tomadura de pelo sobre un elemento en el que muchos nos hemos dejado la piel, ha enrarecido y crispado la vida en los centros hasta cotas desconocidas y se ha puesto en grave peligro el sistema de Atención Primaria que tanto costó construir y que ha sido el principal valor añadido a la sanidad española en los últimos treinta años.

Directrices como la demora cero "como sea" que desde hace años venian desplazando a conceptos mas basados en la actuación profesional para mejorar la eficiencia, se han consolidado como valores absolutos cueste lo que cueste y por encima de la calidad de la atención a los pacientes que pasa a un segundo plano  (desde hace meses no oigo hablar a ningún político ni gestor de calidad asistencial). El ciudadano, al que tanto se le ha regalado el oído con ser el centro del sistema y receptor de todos los derechos vendidos como regalos generosos de los gobernantes, ya importa menos, se obvia en todas las reuniones de trabajo con los gestores, se olvida sistemáticamente cuando se presentan las duras medidas que se están adoptando y que, de una manera u otra, le van a afectar directamente.

El obligado aumento de jornada laboral a 37.5 horas semanales dictado por el gobierno central parece estar convirtiendose en Andalucía en un arma dirigida contra los profesionales y usuarios y no en una herramienta para aumentar la productividad y la calidad de la asistencia mediante el pacto con los representantes sindicales como dice la ley. Se están emitiendo normas verbales o documentos casi anónimos, porque parece que ningún gestor se atreve a firmar un papel, en las que se dice claramente que este aumento de jornada no puede convertirse en tiempo de atención a los pacientes (ahí queda eso), sino que solo debe servir para cubrir a compañeros enfermos o ausentes, doblando las horas y la actividad diarias en jornadas de doce horas seguidas sin ningún elemento de orden ni concierto o para realizar "atención continuada" los sábados, fuera de nuestros centros y a pacientes no adscritos a nuestras unidades. El objetivo y, por tanto, la consecuencia de esto es que ya en mi Distrito (Sevilla) se han despedido o dejado de contratar a cientos de profesionales que ejercían estas labores desde hace años y presiento que el objetivo final es acabar con un dispositivo especializado en cuidados críticos y urgencias con lo que la calidad de la atención que hoy se presta quedará considerablemente degradada. ¿Sabe esto el Sr. Presidente de la Junta de Andalucía? ¿Se están cumpliendo sus palabras sobre preservar el empleo público y la calidad de la atención a los pacientes?

La Directora Gerente de mi Distrito (Sevilla) parece haberse convertido en una avanzadilla de las huestes que están ejecutando este ataque brutal a los profesionales, y lo hace sin salir de su despacho, sin atreverse a explicar sus razones (si es que las tiene), sin firmar un solo papel y dejando a los directores de las unidades en una situación insostenible para muchos de ellos. Probablemente piense que convirtiendose en enérgico brazo ejecutor de estas políticas, ganará el favor de sus superiores (no sé para qué) aunque sea a costa de convertirse en enemiga de los "inferiores" y de arrasar con lo construido durante años. ¡Que triste papel el de convertirse en sepulturera!

¿Que hemos hecho para merecer este trato por parte de una Administración Sanitaria a la que se le llenaba la boca de decir que sus profesionales eran los mejores y que habían logrado crear un sistema sanitario que era la envidia del mundo?

Volveré y me encontraré con que afortunadamente en Andalucía se han adoptado decisiones positivas con respecto a los inmigrantes (con el apoyo de los profesionales, por cierto), pero que no sabré que hacer con un paciente al que le tenga que prescribir un medicamento no financiado (nadie me lo ha explicado todavía); que el Ministerio de Sanidad me ha puesto a los pies de los caballos al decir que es el médico el que decide si un determinado medicamento se financia o no y nadie se ha dignado en explicarnos como se hace eso; que debo perder parte de mi escaso tiempo de dedicación al paciente para explicarle todas estas cosas y no se de donde lo voy a sacar porque, a lo peor, tengo que acabar pronto para pasar la consulta de otro compañero que acaba de llamar diciendo que está enfermo; que muchos días tendré que llamar a mi casa para decir que me tengo que quedar por la tarde, que me lo acaban de decir y que hay que variar todos los planes; que tendré que protestar airado para que no me "inserten" más pacientes entre los citados porque no puedo más; que no sé de dónde voy a sacar tiempo para mis visitas domiciliarias; que volveré a comenzar con retraso la cirugía menor (si es que sigo haciéndola) porque he terminado tarde la consulta; que tendré que seguir preparándome las sesiones en mi casa y ese tiempo no cuenta para nadie; que también tendré que seguir estudiándome en mi casa qué le pasa a ese paciente complicado que no me deja dormir; que tendré que supervisar el trabajo de los residentes y validar su trayectoria, también en mi casa, mediante un instrumento infernal creado por la misma administración que no me reconoce mi labor docente; y todo eso sabiendo que mis jefes, los gestores que más cerca tengo, se han convertido en mis enemigos.

Triste y penoso regreso.